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Sam Bartrop

Oí hablar por primera vez del Servicio Voluntario Europeo durante un viaje blablacar de Brest a Rennes en el norte de Francia. Una compañera emocionada pasó casi todo el viaje de tres horas contándome toda su experincia transformadora trabajando como voluntaria SVE. Me quedé sorprendido al enterarme de que existiese una oportunidad como ésta, aún más cuando no había oído nada de eso antes! En cuanto llegué a casa comencé a buscar en internet esas tres letras mágicas: S.V.E. Poco me imaginaba entonces que yo también estaba a punto de embarcar en un viaje transformador...

 

Salto 6 meses hacia delante. Después de lo que pareció un vuelo eterno desde Londres, llego deslumbrado y confundido al aeropuerto de Madrid. Entro por las puertas correderas en la sala de llegada esperando encontrar a mi tutora Cristina. Me esfuerzo en recordar su cara desde la entrevista qe tuvimos meses antes. Después de hacer contacto visual demasiados segundos con unas potenciales Cristinas, me rindo y voy fuera para probar el calor que hace. "Uhmmm, me podría acostumbrar a esto!". Pienso que, en caso de que Cristina no apareciera, ya tendría que practicar mi español y preguntar a alguien: "¿dónde está Majadahonda?". Como todavía no estoy seguro de la pronunicación correcta de Majadahonda, decido probar suerte de nuevo en la sala de llegada.

 

Volviendo a las puertas correderas veo por el rabillo del ojo a alguien sujetando un cartel impreso con la bandera británica y "Bienvenido Sam". ¡Debe ser Cristina! Pero, ¿quién es esa chica rubia sonriente que la acompaña? ¡Claro! es Greta, mi compañera de proyecto lituana. Inmediatamente desaparecen los nervios y charlamos todo el camino hasta Majadahonda.


Cristina nos lleva a nuestro nueva casa donde conocemos a nuestras compañeras de piso, Martha y Juliet. Una vez resueltos los "besos" y "encantados", Martha me mira y dice algo muy rápido en español, todos ríen...con ganas. Río también fingiendo entender la broma, Greta y yo nos echamos un vistazo de confusión y de repente empieza la visita del piso. Entonces me doy cuenta del trabajo que va a necesitar mi español.


El día siguiente era el momento de conocer al resto del equipo del Centro Juvenil. Nos recibieron con grandes sonrisas y abrazos cálidos y nos hicieron una visita por el edificio. Aunque fue un reto entablar conversaciones básicas, las sensaciones persistentes de ansiedad se extinguieron rápidamente y ya sabía que iba a ser un año maravilloso.


Los primeros meses del proyecto pasaron volando mientras Greta y yo empezamos a sentirnos cómodos. Desde hacer nuevos amigos de toda Europa en la Formación a la LLegada hasta empezar el curso intensivo de Español; desde explorar Madrid los fines de semana hasta conocer a nuestros alumnos en los talleres de conversación en inglés, nuestra jornada intensiva nos mantuvo muy ocupados. Antes de darnos cuenta era Navidad y una oportunidad de reflexionar sobre todo lo que habíamos aprendido.
 

Volví a casa en Reino Unido y aburrí a mi familia y a mis amigos con quizás demasiados detalles de mi estancia en España hasta ahora. Me di cuenta de que a pesar de algunas imperfecciones menores, estaba viviendo una experiencia increíble y tenía la oportunidad de aprender muchas cosas nuevas y de desarrollarme como persona. Aunque no fue fácil volver a despedirme de mi familia y mis amigos, tenía ganas de volver a España.

La segunda parte del proyecto parecía pasar aún más rápido que la primera. Aunque se acabó el curso de castellano cada vez estaba adquiriendo más confianza hablando el idioma. En enero empezamos el club de lectura en inglés que resultó una gran suma al proyecto, una oportunidad de hacer nuevos amigos y por supuesto leer unos libros brillantes.


Cuando llegué de regreso a Majadahonda después de un viaje a Francia en marzo, me di cuenta que empezaba a sentirme muy en casa aquí. Nuestros talleres de inglés mejoraban cada semana, estaba conociendo a mucha gente nueva, mi español avanzaba a pasos agigantados y después de un invierno largo y lluvioso - ¡para los madrileños!- el sol volvía a brillar otra vez. Dentro de unos meses muy cortos el proyecto llegaría con tristeza a su fin.

 

Mientras escribo hoy en junio, con el fin del proyecto acercándose rápidamente, empiezo a darme cuenta de lo mucho que he aprendido este año. Desde palabras de argot español como "chungo", "majo" y "molar", hasta usar un software de edición de vídeo, desde llevar a cabo un club de lectura hasta aprender todo sobre el SVE, desde escribir un boletín de oportunidades internacionales hasta mejorar mi confianza hablando en público, la lista no se acaba aquí. Sólo ahora entiendo perfectamente la energía y la pasión que sentía la primera chica que me presentó el SVE durante ese viaje trascendental a Francia hace año y medio.


 

Sam Bartrop

Junio 2016