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Mi aventura como voluntaria

Siete meses han pasado ya, desde que llegué a un país completamente nuevo para mí, sola, con solo mi maleta y con cierto miedo a lo desconocido, aterricé en la ciudad de Vilnius. En ese momento no tenía ni idea de la cantidad de cosas que iba a experimentar.

 

El viaje fue largo, demasiados autobuses, trenes, aviones y con un frío espantoso, mi destino era Viekšniai una pequeña ciudad de Lituania. Allí me esperaba mi mentor y mi compañero de voluntariado; no sé por qué tenía unas inmensas ganas de llorar, todo me resultaba un poco gris y tan distinto al resto de países en los que había estado. Las primeras semanas, he de reconocer que no fueron fáciles, el mal tiempo y el poco trabajo hacía que mi nostalgia por España incrementase cada día; pero pronto ese sentimiento fue cambiando paulatinamente. Empezamos el trabajo con Ventos Regioninis Parkas, mi proyecto en colegios como educadora ambiental, participación en la granja ecológica, organización de distintos eventos de la zona etc… Además de asistir a distintas fiestas tradicionales y envolverme en la cultura lituana; en ese momento me di cuenta que Lituania tiene un espíritu propio, una cultura muy distinta al del resto de Europa, llena de tradiciones paganas y de leyendas que hacen que te envuelvan en un ambiente mágico. Después llegaron las reuniones con el resto de voluntarios en el país, los viajes, conocer nueva gente…Poco a poco me iba adaptando un poco más a un entorno nuevo, y cada vez me gustaba más. Pronto llegó el verano, los baños en el río, pic-nic, salidas en bici, viajes en autostop…e innumerables sentimientos difíciles de explicar. Nunca hasta ese momento había vivido en un ambiente tan campestre, recuerdo que me daba envidia que mis amigos tuvieran un pueblo donde pasar el verano con sus amigos de siempre, pero ahora sé lo que es vivir con lo básico y no echar de menos cosas que en la ciudad parecen tan imprescindibles.

                       

En estos momentos, me encuentro en mis últimas semanas de voluntariado; a lo largo de los 7 meses vividos aquí se experimentan todo tipo de sensaciones: primero desconfianza de encontrarte en un lugar distinto; después euforia y ganas de conocerlo todo; luego nostalgia por tu país natal, recuerdos de tus amigos en España y por último mezcla de tristeza y alegría, porque sabes que se termina un capítulo más de tu vida, pero a su vez quieres volver a ver a tu familia y empezar algo de nuevo. Ahora me empieza a acechar un sentimiento agridulce, de nostalgia, melancolía, el sentimiento de estar cerrando una nueva etapa; pronto esto terminará, y recordaré siempre sólo los buenos momentos, porque incluso los malos, se recuerdan con cierto cariño.

 

En este tiempo me he vuelto mucha más tolerante y he aprendido a desenvolverme mejor en un ambiente nuevo, a perder el miedo a hablar en público, de aportar nuevas ideas, de crear nuevos proyectos, y todo ello gracias al SVE.

 

A pesar de los momentos complicados que he vivido aquí, se me hizo duro el tener tanto tiempo libre y en un ambiente a veces hostil, sólo puedo destacar las cosas buenas, porque con todo esto me llevo una maleta llena de recuerdos y sabiduría, por ello dejo aquí algunas de las fotos que capturan parte de mi voluntariado.


Berta Santiago-Juárez Pérez

Octubre 2012